Escrito por Pepe para el foro del Club Viana
El 26 de junio de 2014, y dentro del paquete de salidas previstas por Viana para este verano, nos hemos acercado a Benasque para conocer el Sistema de Alba. Finalmente fuimos siete los componentes del equipillo que nos enfrentaríamos a la visita de este sistema, que tantas novedades está dando los últimos años.
Los asistentes éramos:
Guillermo
Quique
Iván
José María
Julián
Pepe
de Viana (Guadalajara), y
Miguel Ángel
de Huesos (Ciudad Real)
Antes de comenzar me gustaría, a modo de introducción, comentaros que este sistema ha sido durante décadas la Cenicienta de la espeleología española. Por su dureza y por lo ingrato de la Vía Clásica ha sido una gran travesía olvidada por la mayoría de los clubs. Gracias a la impagable labor del Espeleo Club de Sabadell , podemos disfrutar de una de las más bellas travesías españolas. La Vía Llopis es una verdadera joya, cuya muesca no puede faltar en el currículum de ningún espeleólogo.
El viaje a Benasque ya tiene, de suyo, un atractivo especial, porque los Pirineos son la Meca de las actividades de aventura, la naturaleza salvaje con el poder de poner a cada uno en su sitio, en fin… el paraíso terrenal.
Quedamos en la zona de acampada de Senarta y en los soportales del edificio de entrada instalamos el campamento. Dormir bajo unos soportales me hace volver a nuestros orígenes, ... ¡cuantas noches de atrio de iglesia!
La zona de acampada de Senarta es estupenda, con baños, ducha de agua caliente y demás, vamos un lujo.
Allí nos juntamos los siete, y después de negociar unos macarrones y la tradicional botella de crema Ruavieja hablando de cuevas, todos al saco.
A la mañana siguiente, tempranito nos levantamos y nos pusimos en marcha hacia Baños de Benasque, donde comienza la aproximación de Bujerín de Alba, más de 600 m. de desnivel.
La aproximación es durilla, pero tiene un sendero claramente marcado hasta el lago de Alba, y hoy en día con las tracks y los GPS no hay cueva que se te resista.
Justamente el día 26, el escogido por nosotros, tenía lugar una carrera de montaña circular de 52 km y 3.700 m de desnivel. Coincidimos con los corredores que venían de Benasque
pero ellos siguieron por la senda que lleva a la cueva de Alba y nosotros nos desviamos hacia el Lago de Alba. Nuestra ruta era mucho más vertical, jeje. Acompañamos a un arroyo por su margen derecha siguiendo una senda zigzagueante muy marcada y con mucha pendiente. Los primeros 300 m de desnivel no te dan un respiro.
Durante todo el ascenso no dejamos de ver el helicóptero de la Guardia Civil haciendo viajes para recoger corredores despeñados o desfallecidos.
El recorrido está perfectamente balizado con marcas de todo tipo, vamos que si te pierdes eres muy torpe.
Llegamos, tras esos 300 m de desnive, a un primer collado en el que sospechábamos que no estaba el lago, y así fue, descansamos unos minutos y contemplamos lo maravilloso que es el valle.
Ahora la pendiente se hace un poco más humana y ya podemos ir hablando mientras caminamos. De hecho fue motivo de conversación que al pisar por el camino se abrió otro "bujerín" y casi me meto dentro. ¿Comunicará con el sistema?
Un poquito más de ascensión, y por fin el collado que nos abre al lago de Alba. Todo un deleite para la vista.
Como podéis ver en la última foto, el lago tiene unas pérdidas que reconduce a un arroyo que no tiene más de 150 m, porque su caudal se sume entre un caos de bloques. Este agua es el que surte al río Avall que circula por todo el sistema.
En el lago es donde se hace especialmente necesario el GPS para ir directos a la boca superior del sistema: Bujerín de Alba, que se halla unos 40 metros sobre el mismo sumidero del lago y desplazado otros 50 m hacia la derecha (este) siguiendo una pequeña pared caliza.
El GPS nos llevó sin problemas a la boca
y allí, quince minutos de descanso para comer algo, deleitarnos con las vistas, y ... vestirnos de romanos.
Por fin deja nuestra jornada de ser montañismo y comienza a ser espeleología, que es lo nuestro. Haciendo los honores, Guille se mete en cabeza y yo voy el último acompañado de Miguel Ángel, nuestro amigo de Huesos. La entrada es un poco gaterosa, pero a los pocos metros se abre con un pasamanos al primer pozo, un P32.
Tras esta grata dificultad, una estrechez que te abre al segundo pozo de la travesía, un P16 que torna la cavidad en arcilla blanca de caolín, ideal para hacer botijos. En su base se abre un meandro en el que comienza a aparecer el agua y que tras un resalte, te vomita en la temida Porqueriza. Esta zona, que no tiene más de 50 m., se hace perfectamente en oposición y durante sus últimos diez metros puedes pisar el barro blanco y lechoso, porque ya no te pasa del tobillo.
El meandro "lechoso" te deja en la cabecera de un majestuosoP56 de paredes blancas y con una cabecera de esas de las que es mejor no hablar hasta que no estás abajo.
Pasamanos de acceso al P56 desde la Porqueriza
Cabecera del P56
Magnífico volado
Repisa a -18m
Cabecera de repisa a -18m
Último tramo del pozo
A modo de anécdota os pondré la foto de uno de los anclajes del fraccionamiento de la repisa de -18
La base de este pozo es el curso del río Avall y desaparece por completo el caolín de botijo, para hacer presencia la caliza negra montaña, que nos acompañará hasta el final. También asombra y resulta sobrecogedor el rugido del río al desplomarse por las dos siguientes cataratas: P17 y P10. Estas dos cataratas, cuyos rápeles te apartan completamente del agua, son de una belleza tal, que por sí mismas ya valen la visita.
Base del P10
Tras este segundo rápel el río se sume entre bloques y la galería, caótica pero cómoda, nos lleva hasta el punto de acceso a la Sala Maldita. Hay que tener un poco de cuidado en no seguir galería abajo, sino estar atento a las múltiples balizas que nos sacan de ella para, por un conducto ascendente, subirnos hasta la sala.
En la sala descansamos un rato, bebimos agua y comimos unos estupendos sándwiches. Llegado el momento de continuar nuestro camino, seguimos los reflectantes que te marcan la ruta y enseguida encontramos sobre un bloque un cartel que te indica el camino hacia las dos vías.
Como en todas las travesías múltiples, encontramos en una cajita el libro de la FAE para dejar constancia de la vía escogida y facilitar un eventual rescate.
Guillermo, Iván, Quique y Julián optaron por la Vía Clásica y José María, Miguel Ángel y yo por la Llopis. Como el que suscribe hizo la Llopis, contaré mi vía que es la que vi. Aún así, el equipillo de la Clásica bajaron el P18
y emprendieron el camino que les llevaría, a través de la Sala del Eco, varias rampas caóticas y la Sala Roja, hasta la esperada Sala Leonor, fin de la zona vertical y comienzo de la cueva de Alba.
Volviendo a los tres que optamos por la Llopis, desde el libronos fuimos al fondo de la sala siguiendo un marcado camino, y encontramos una flecha que nos indicaba la entrada a laGalería Desfondada. Esta galería descendente es estrecha en su comienzo, pero pronto adquiere medidas aceptables, coincidiendo con la aparición de las cuerdas fijas que marcan el comienzo de los esperados pasamanos acrobáticos.
El pasamanos tiene debajo un P62 que conecta con el techo de la Despensa de la Vía Clásica y hoy en día dispone de dos pasamanos, uno fácil y descendente a mano izquierda, y otro atlético y tortuoso a mano derecha. Pues bien, como podéis ver en la foto anterior, nos metimos por en pasamanos difícil, hasta llegar a un punto que se volvía ascendente y la cuerda estaba tan tensa y pegada a la pared que era imposible hasta meter el puño, así que, cambio de pasamanos y a probar suerte.
En operación de cambio de pasamanos
Este nuevo pasamanos, para el que es necesario el descendedor, tiene un par de péndulos fáciles y con tres tramos más te lleva sin penuria alguna a la cabecera del P14
Desde la bonita base de este pozo, comienza la Galería de las Marmitas, que más bien debería llamarse la galería de los gours porque es una sucesión de magníficos gours que te obligan a caminar sobre sus nervaduras.
Cuando la galería adquiere un poco de pendiente es porque llegamos al Agujero Negro (P39). Un magnífico pozo con un rápel guiado que te aparta de una repisa intermedia y del consiguiente roce.
Pasamanos de acceso al P39
A este pozo le sigue inmediatamente un P15 que te deja en laGalería de las Pisolitas.
Esta bella galería está repleta de marmitas con el suelo de coral. Es relativamente sencillo cruzarla vadeando el agua sin que te pase de los tobillos, y en algún momento te encuentras joyitas como estas
Al final de esta galería cruzamos el quitamiedos que rodea elP63 y que te conduce al pasadizo donde está la cabecera del rápel guiado de la Sala Llopis.
Cabecera del P27 de la Llopis
Desde la Llopis, bajamos un P11 que nos dejó en una amplia repisa (sala Contigua) del P63 que bordeamos anteriormente, y con una trepadita un nuevo P27.
Después, otro pozo (P11) y varios resaltes nos llevaron a la escalada de 7 metros (equipada) que nos dejaría en las proximidades de la Sala Leonor.
Con esto damos fin a la preciosa Vía Llopis y nos metemos en la cueva de Alba. La Sala Leonor, que es un auténtico espectáculo, no nos permitió hacer fotos porque la cascada del río Avall, que se desploma desde 70 metros de altura, llena el ambiente de gotas en suspensión.
Un camino balizado entre los bloques te saca de la sala a traves de un fraccionadísimo P30.
Y ya sí, en la cueva de Alba.
Cuando creíamos que empezaba el paseo es cuando nos dimos cuenta que comenzaban las penurias de verdad. Esta cueva es muy variada y muy exigente; los destrepes expuestos, la técnica de oposición y la progresión a distintas alturas es la tónica general. Es decir, un verdadero espeleódromo, y el paraíso de cualquier espeleólogo.
Galería de las Angustias
Quizá un paso curioso es el del Lago, con su pasamanos de acero que a nadie deja indiferente.
Curioso también el comienzo de la instalación del Lago
Pegado con taco químico a la pared
Desde el Lago, y diez minutos más tarde, en la calle por fin después de 12 horas de grata y maravillosa travesía.